Tiene ke parecer so taken from...

8 de agosto de 2008

Lo único realmente divertido

Jesus of suburbia (Green Day)
http://www.youtube.com/watch?v=T2rlX0rF2oE



Podemos improvisar entre marihuana y ron ardiendo,
podemos saltar a los balcones a gritar que aunque estemos acabados
no es el fin del mundo
chavalas hablando de cortes de pelo
y reconstruyendo los pasos de todas las cosas que les parecen ridículas
sí: la vergüenza está sobrevalorada;
la juventud tiene que ANSIA
tiene tiene que llorar por hasta dónde da de sí la vida
tiene tiene que matarte,
entiéndeme

Love is a bitch on the sofa
asking for ice-tea and mind games
Love is an expensive future
full of ecos of boredome, so love is NOT love
love becomes a problem
if you want something from me
- love is a problem if you expect love, disrespect truth -
if you need something from me CANT BREATHE
sólo quiero verte disfrutando de los partidos de fútbol
seguro que lees el periódico
léelo
mientras yo duermo

voy a jugármela
voy a pedirte que me calles de Madrid

voy a dejar que me odies para sinceridad-partedeltrato
Im gonna chace our ultravision and darle de patadas, voy a morderte
porque las cosas que me salen solas son lo mejor que tenemos

voy a dejar que me ames del sofá a la cama
y de la cama al sofá
y voy a follarte como si no se acabara

llévame,

llévame siempre misma cama,
deja de tener
cordones
zapatos

estoy enamorada de la belleza, y de esta ciudad
porque me matan
porque me enloquecen como si primera vez
sacan la esencia
niña perra - woman nena: todo es mejor que soñado,
voy a odiar que me persigas, pero no dejes de hacerlo
nadie más lo hace
nadie más puede
nadie me odia tanto y tan bien como tú
nadie me hiere
ni yo hiero a nadie

al amor/odio,

La superficialidad es lo único irrenunciable
y la frivolidad divertida
todo es a veces,
TODO
ES
A VECES
manías y celos, excesos y tedio, verano y agua
kali de grifo, urgencia, incidente
efímera belleza chispitas de fuego
mensajes de móvil de auxilio de miedo de cárcel
evidenciar que se existe

llegas y ves que sí, que en ese váter se ha potao

t-shirt de “I love your dealer”

la gente que está viva es muy asídagusto
nota mental: acuérdate de regar las flores del vecino pesao
si puedes

deja al margen el teatro y los recuerdos: soy yo

No hay pa tanto: todo es alrevés de como esperas
moraleja, no me esperes
y entre medias se abren y se cierran puertas
Todo está absolutamente viejo
las caras se confunden con mecheros en vez de hogueras
las medusas con barcas,
las paredes se ponen más altas
las referencias culturales ofenden y lo obvio hace de rabiar
y sé que no lo entiendes, pero el esfuerzo es peor
no puedo hacerme el tatuaje hasta que tome la decisión
si tomo la decisión ruedan cabezas

en lugar de lugar sitio y en el sitio demencia
¡dar vueltas y más vueltas al barrio
pese al cansancio
seguir jugando!

la elegancia será el lujo que no podrá permitirse el aburrimiento
el aburrimiento vendrá normalmente de una falsa aunque acomodada nostalgia, y la nostalgia hará creernos baúles
sustituibles siempre (claro), por desgarros e inventos

todo es muy esto y lo otro, no me vengas con riesgos

Belleza,

De mi experiencia psicodélica rescato anhelarla
liberarme de ella
alzarla,
hablar artístico, pensar artístico, moverse artístico
explosión en cabeza, dolor, siempre llueve de setas
mírame sin desesperanza
déjame perdonarte
aquí estás pasión, inhalo - inspiro - admiro

Sé que es malo

sé que me destruye

pero me quiere

3 Comments:

Blogger silvi orión said...

Rebobine, por favor (Be kind, Rewind)
País: Estados Unidos Año: 2008

Si de algo le han ido sirviendo a Michel Gondry sus más de 60 videoclips, entre los que ha colaborado con artistas de la talla de Björk, The White Stripes, Kylie Minogue o The Rolling Stones… es para hacerse un nombre capaz de respaldar lo que a priori damos por sentado al ojear el argumento de su última película.

Después de Olvídate de mí y La ciencia del sueño - obras espectacularmente escritas, dirigidas y montadas-, relacionadas con la memoria y el inconsciente (respectivamente, aunque de algún modo vinculadas) (y, de hecho, las dos geniales historias de amor)…
oír hablar de un par de freaks que desayunan con coladores en la cabeza para que los alienígenas ¡o lo que es peor, la CIA o el FBI! no les lean el pensamiento, y que hacen
re-makes de pelis cutres de su videoclub… en principio tira un poco para atrás, y uno piensa que a Gondry ya se le ha ido la cabeza. Pobre chaval, con lo majo que era…
Y aquí lo que pasa es que a Gondry se le fue la cabeza desde siempre, así que ¿a qué vienen esas caras de sorpresa? ¿es que nadie ha visto su cortometraje One day…?

También es verdad que a Jack Black le tenemos catalogado como al clásico actor de comedia ligera americana sin sustancia, ni mensaje, ni imaginación; sin pizca de magia.
Bueno, pues mejor será que volvamos a empezar antes de seguir prejuzgando, porque la peli tiene sus puntos y precisamente va de sacar de la basura, genialidad.
Abanderando el do-it-yourself, nos hace creer que no hay tanto dinero en la producción como en efecto habrá; pero esa es otra historia, y la que nos ocupa habla de la humildad de sacar la alegría adelante con simplemente echarle ganas.

El barrio entero acaba ilusionándose con los 20 minutos de homenaje y parodia que Jerry
y Mike les proporcionan a causa de un misterioso borrado general de las versiones originales.
Más tarde habrá ciertos shocks de realidad. Por un lado, la apreciada mini-intervención de Sigourney Weaver en el papel de mala, al representar la figura legal en todo este despiporre de ideas originales. Y por otro, el anciano decaído; el cual ha estado guardándose un par de secretos muy importantes, que constituirán la parte dramática de esta aventura sin precedentes: que el videoclub está en quiebra, y que su antiguo ídolo del jazz jamás vivió allí, como siempre había dicho.
Conflicto entre realidad y ficción, verdad y mentira, fantasía y el mundo de ahí afuera.





Aunque parezca mentira, esta también es una historia de amor.
El amor al cine. A hacer lo que se hace por amor, por pasarlo bien, porque se cree en ello.
Y también al mundo analógico. A día de hoy, tan acostumbrados como estamos a los efectos digitales, a las grandes explosiones, a historias de ciencia ficción e invasiones interplanetarias…
O lo que es peor: historias de sangre y violencia, como mal que nos pese ocurren a diario
(no hay más que abrir el periódico por la página de sucesos para comprobar que no hay mayor peligro que el despecho, los celos, el dinero, las obsesiones, las fobias…)
El miedo a que sean libres los demás.
Se agradece, pues, la inocencia.

Personajes simpáticos, sin mayor interés que ir tirando sin meterse con nadie y a ser posible sin que se metan con ellos, ni los más guapos ni los más listos, sencillos y con ingenio.
Con sus rifi-rafes, sus gustos, sus preferencias, sus infantilismos, sus disputas absurdas…
Gente normal. Americana, pero normal. Agradable. Podríamos tener algún amigo así.
Los actores los interpretan bien, pero a lo “comedia convencional”, es decir, haciéndose
los tontos. Tampoco es para echar cohetes.

Cabe destacar una fotografía y una estética muy limpia y colorida.
Da sensación de despreocupación y alegría.
A veces recurre a planos secuencia que son el resultado de una impecable coreografía.
Mantiene un ritmo muy interesante, con altibajos de emoción, elipsis temporales
y sobretodo curiosidad por saber cómo se las han apañado esta vez para recrear la siguiente película. El Rey León, Robocop o Los Cazafantasmas, son algunas de sus “suecadas”.

Si algo caracteriza a este director es su habilidad creativa a la hora de reinterpretar el uso
que comúnmente le damos a los objetos. Para los videoclips Around the world de Daft Punk
y Star Guitar de Chemical Brothers caracteriza sutilmente a cada instrumento o nota (batería, guitarra, blanca, semicorchea…) de manera que queda toda la canción reconstruida en formas, tiempos y tamaños.
Esta pieza no iba a ser menos.
Hablamos de un cúmulo de ocurrencias que crean una gran empatía al espectador.
Simples y efectivas. Normalmente cargadísimas de humor, incluso a la hora de evidenciar los trucos en el montaje (ahora está, ahora no está).
Por ejemplo: el cerco de sangre de un muerto en el suelo, queda resuelto con una pizza familiar.



No podemos olvidar mencionar que este film es el retrato de una época. Con nostalgia ochentena, sí, pero inconcebible entonces. En tiempos del Emule o el YouTube, esta visión tan naive y fantástica, inexplicablemente acaba logrando ajustarse a lo curtido que está el público en lo que a credibilidad se refiere, en general.
Por muy predecible e inverosímil que nos parezca en un primer momento.

Con esta película, queda rescatada parte de la esencia de las películas que solemos llamar comerciales. Que son muy buenas, de hecho, son míticas, son referencias culturales en el subconsciente colectivo… pero quedan degradadas por las rimbombantes campañas publicitarias a las que es tan fácil coger manía. No te invitan a verla, casi te obligan.
Y a nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer.
Gondry las rescata. Es como hacer la revolución desde dentro, desde la propia industria.

Se trata del eterno conflicto entre los que quieren hacer arte y los que quieren ganar dinero
llevado, desde el sentido del humor, a la esperanza. Final feliz.
Esto no es Hollywood, pero se le parece.

8/08/2008 1:42 p. m.

 
Blogger silvi orión said...

Pozos de ambición (There will be blood)
País: Estados Unidos Año: 2007

Esta película podría ser calificada como la más tradicional de la filmografía de Paul Thomas
Anderson en cuanto a temática (la industria petrolífera a principios de S.XX en EEUU),
si no fuera porque a medida que avanza la historia, su protagonista, Daniel Plainview
(interpretado por un Daniel Day-Lewis que se sale de la pantalla), va acentuando su sociopatía, en principio tras un accidente en el que su hijo pierde la capacidad de oír.

Tratándose de un director que nos tiene acostumbrados a argumentos hipercomplejos y ciertamente contemporáneos, tipo Magnolia o Boogie Nights, esta vez más bien nos sorprende acusando esas características si acaso desde el punto de vista técnico, y prefiere mantener la coherencia tradicional a la hora de narrarnos la historia; esto es: dividiéndola elegantemente en tres partes bien diferenciadas con elipsis temporales.

La primera: hasta que Daniel encuentra en una mina de mala muerte plata.
No habrá diálogos hasta que de ahí salga petróleo. 15 minutos de “intro”, pues.
El peso queda sustentado en la actuación terriblemente cotidiana de hombres rudos
y una banda sonora que encaja bastante bien, de manos del guitarrista de Radiohead,
Jonny Greenwood, que de pecar, lo hará de moderna.

La segunda: una vez Daniel ya va asentando su perfil de gran magnate timando a las pobres gentes a las que compra sus tierras por un precio ridículo, totalmente sin escrúpulos.
Aquí le veremos abandonar a su hijo al quedar sordo, su conflicto moral con la Iglesia de la “Tercera Revelación” y la aparición de su “supuesto” hermano Henry.
A destacar, el uso de planos larguísimos, sin casi cortes (trávelings y cámara en mano)
e ir adentrándonos poco a poco en el odio que siente el personaje por la mediocridad
y falta de ambición de los demás, que le atormenta, acentuado prácticamente de manera subliminal gracias a esa sequedad, aridez y suciedad en la imagen. De algún modo nos afecta.

La tercera y última: viejo y loco, en su mansión de soledad y decadencia, deshereda a su hijo
(que se ha casado y al que las cosas le van bastante bien), y tiene un apoteósico conflicto final con Eli, el predicador aquel con el que en otro tiempo conviviera.

Puede recordarnos a Ciudadano Kane el trato que se ha dado a esta forma de vida, apisonadora y capitalista. Una vida amargada por la falta de humildad y el desprecio ajeno
(a raíz del propio, seguramente), a la cual, hasta bien entrada la trama nos aferramos por simpatía. En el fondo se trata de nuestro protagonista; el “héroe” del sueño americano.


Podemos hablar del factor sorpresa, en tanto nadie piensa que se le va a ir la cabeza tanto a un hombre así, a priori normal y corriente, trabajador, de la tierra.
Se vuelve una especie de drogadicto del dinero, de un dinero del que rara vez le vemos disfrutar, como no lo hace tampoco de los placeres de la vida. En todo caso, y de manera patética, va acusando su debilidad por el wiskhy con el paso de los años.

Rescatamos una desesperada frase del diálogo, de una conversación con unos colegas:
“¿Y qué otra cosa iba a hacer conmigo mismo, que hacerme millonario?”

Quedará siempre pendiente el tema de si H.W era en realidad hijo suyo, tras la escena en la que le llama bastardo y el tabú latente en todo el film de dónde estará la madre.
La familia, como concepto, ha sido siempre una de las obsesiones del director:
suele enfocarlo desde la preocupación y la fragilidad.

El personaje es arrogante, no da explicaciones, le incomoda que se entrometan en su intimidad aunque lo hagan sin mala intención y educadamente. Es misterioso.
Oculta un secreto: si no el grave cargo de conciencia de haber estafado a tanta buena gente, que confió ciega en sus promesas, será simplemente la incompatibilidad con este mundo.

Tiene ritmo aunque se alarga (150 min), y al tratarse por lo general de escenario de campo abierto y paisajístico, esto puede cansar y distraer la atención del espectador.
Ocasionalmente se recrea en el despliegue de medios que la producción evidencia.

La explotación capitalista y la falsa profecía supersticiosa.
Ya el título original (con reminiscencias bíblicas) nos avisa de qué pasa cuando dos ambiciones demenciales de tal magnitud chocan. Que habrá sangre.

8/08/2008 1:43 p. m.

 
Blogger silvi orión said...

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal
(Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull)
País: Estados Unidos Año: 2008

Ni que decir tiene que para esta son imprescindibles las palomitas.
Se trata de un producto bien definido y uno cumple religiosamente su parte del trato
pegando brincos en la butaca nada más oír el más que clásico tataratáh… tataráh…

Después de casi dos décadas de sequía, Spielberg vuelve a ofrecernos otra delirante
aventura de nuestro arqueólogo preferido.
En esta ocasión, Indy se ve envuelto en no sé qué fregaos burocráticos (de esos que siempre le pasan) con la Unión Soviética y el Gobierno de los EEUU, y aun con esas, se las apaña para buscar a un viejo amigo y, de paso, encontrar una calavera mágica.

La referencia al paso del tiempo es una de las constantes del film.
Por un lado, está retomar la saga en sí, procurando reconstruir aquel modus operandi ochentero que tan bien funcionó entonces, pero que ahora peca de artificial ante un público entregado que se da cuenta de que está todo muy limpio.
Y por otro, está la aceptación del paso a la vejez del protagonista: ensimismado viendo antiguas fotos que le traen recuerdos, metafóricamente, a medida que van sumándose más
y más acontecimientos. Va teniendo una edad, y lo nota.
Claro guiño a las vidas de Spielberg y Harrison Ford, aunque bueno, un poco a las de todos.

De una manera muy simpática, retrata una época en la que EEUU ya era aquella sociedad del consumo de cine y helados: los años 50. Exagera, tal vez, el rollito happiness entre los jóvenes, y lo contrarresta con una típica pelea absurda de pandillas. Como en Grease.

El despliegue de medios, derroche de efectos y alucinación narrativa nos evoca un infantilismo ciertamente necesario para que sea el entretenimiento estricto que de todo este asunto se espera. Absolutamente sin complejos.
Uno se queda diciendo “y qué más”… pero es Indiana Jones; se lo permitimos.

El cóctel de problemas, con todos los peligros y bichos imaginables, mantiene alerta al espectador a lo largo de todo el film, con la excepción de un final muy Spielberg (ralentizadísimo) y absolutamente fuera de lugar.
La paranoia de los extraterrestres puede considerarse un disparate casi casi imperdonable.



La escena más legendaria –sentencias de bolsillo- es en la que Indiana Jones se salva de una explosión nuclear metiéndose en una nevera. Es como un sueño. El modo en el que nos sitúa
y empieza a notarse que algo no va bien es simplemente genial.
Con el paso del tiempo, seguramente ésta será de entre todas la escena recordada.

En cuanto al argumento, no tiene en sí mayor complicación que ir a buscar algo a Perú.
Facilito. Para toda la familia.
Cumple los requisitos por excelencia: hay una chica, los malos son malísimos y están dispuestos a todo, y recalcamos la figura del padre, como viene siendo habitual.
(Todos nos acordamos de lo majo que estaba Sean Connery con el sombrero de explorador).

Veamos. Al ser expulsado de la Universidad por algún traspapeleo, Mutt (interpretado por un muy de moda Shia LaBeouf) le propone ir a hacer el mayor de los descubrimientos que ha hecho nunca: la Calavera de cristal; por lo que dicen, con poderes de manipulación psíquica.
Y es aquí que los rusos, capitaneados por una incansable y obsesiva Irina Spalko (Cate Blanchett, también muy in), se interponen en su camino y nos dan la dosis de disgustos
y sobresaltos que tanto nos encantan.

Técnicamente, la única pega recurrente sería decir que está demasiado impecable.
Me explico. Habrá a quien le guste, pero la imagen digital queda un poco irreal tratándose, como es el caso, de paisajes montañosos o estando en medio del Amazonas. Esa pulcritud le pega más precisamente a obras como Minority Report o Inteligencia Artificial.
Por supuesto caerían en la cuenta de esta cuestión y aun así apostaron por rodarlo así,
ahora bien, los escenarios serán escenarios, y los actores serán actores.
Es por ponerle un pero, no más.
De todas maneras, desde este punto de vista no hay más que ver cómo arranca la peli,
con un vertiginoso tráveling de plano-secuencia de un coche yendo a toda velocidad que nos mete en el cuerpo totalmente la sensación de peligro desde el minuto uno.

Se trata de una película divertida.
El carisma de Harrison Ford con sus gestitos característicos ha creado siempre una gran empatía. El humor es muy light, pero eficaz y alguna que otra vez, de gran elocuencia. Siempre andan vacilándose unos a otros (complicidad de miradas y juego con lo no-dicho)
y los malos quedan constantemente ridiculizados.
Ojalá eso fuera así en la vida real, no digo más.





La acogida en taquilla ha sido, como cabía esperar, espectacular.
Nadie se pierde una de Indiana Jones. Es de esas cosas que se hacen los domingos.
Luego estará el discutidísimo debate de siempre de qué pasa con todas estas películas de entretenimiento. Pero es que Indy es casi como de la familia.
Vale, no es que salgamos del cine con dilemas morales de echarse a llorar, pero tampoco es que hayamos desconectado el cerebro del todo.
Además, los críos están graciosísimos cuando se ponen en plan “y te acuerdas de cuando hizo así con el látigo y le pegó una patada al gordo aquel…”.
Son historias de acción en estado puro. Historias de gente que no va a rendirse por más hormigas que haya a sus pies. Historias de valientes dispuestos a que les peguen una paliza (ficticia) si así te ríes. A su manera son necesarias. Y a nuestra manera las disfrutamos,
no nos hagamos ahora los remolones, que no nos pega nada.

8/08/2008 1:44 p. m.

 

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